martes, 24 de septiembre de 2013

Javier Peláez

Vanitas / Óleo sobre lino / 120 x 80 cm / 2013

Desde niño tomó clases de pintura, estudió arquitectura y dejó la carrera para seguir su vocación pictórica. Se dedicó a pintar “con mucha inocencia, con mucha hambre”. Estudió en el taller del pintor catalán Demetrio Llorden, discípulo de José Bardasano. Admite que la pintura se da después de muchas horas de trabajo. En su estudio, ubicado en una casona antigua, podemos seguir los rastros de sus temas, juguetes, zapatos, papeles reflejantes, entre el orden y las voces de una ópera moderna.

Vanitas

La belleza tiene una jerarquía simbólica dentro de la creación. Está en el universo pero es necesario recrearla para que exista, para que la apreciemos como arte. El vanitas en la pintura nos recuerda que la belleza y nosotros somos efímeros. Un cráneo simboliza esta condición pasajera y las flores representan a la belleza, que es tan frágil como la vida misma. Javier Peláez pinta flores marchitas que brotan de la boca de un cráneo, el contraste de sus colores con los del hueso y el fondo oscuro le da una dimensión más existencial al vanitas, nos expulsa del paraíso y nos envía a la realidad, al inevitable destino que todos tendremos, del que únicamente se libra el arte, porque trasciende, perdura.

Periódico intervenido / Óleo sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2013

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