sábado, 27 de junio de 2015

Luis Selem

La jarra de peltre / Óleo sobre tela / 172 x 122 cm / 2015

AGUA

El realismo no es evidente, es una máscara, una piel que cubre algo más profundo. Luis Selem pinta naturalezas muertas de la memoria, pinta recuerdos y secretos. Envuelve los objetos para que no tengamos acceso a su verdadera apariencia y nos obliga a imaginar cómo es lo que cubre esa piel de papel. Recrea las luces y las sombras de cada pliegue, los volúmenes y las curvas para mantener el misterio. La jarra que está dentro de ese cuerpo de papel, contiene Agua, la guarda, no la vemos, no tenemos acceso a ella. Este contraste entre el realismo pictórico y el ocultamiento es una metáfora de la relación que la memoria establece con ciertos objetos cuando su visión nos revive emociones. Recordamos, sabemos y negamos.



LUIS SELEM

Vive en la ciudad de Querétaro casi en el aislamiento y pinta desde niño. Para Luis Selem el arte no es el objeto, es la pintura, crea naturalezas muertas con precisos estudios de luz, sombra, composición que nos hagan meditar en nuestra propia fragilidad.












Ocultar lo evidente

Tiene que ver con mi niñez, tuve muchas mudanzas y envolvía con periódicos mis objetos más preciados para que no sufrieran daño en los trayectos. Es un proceso de proteger y de esconder esos objetos de la vista del público, porque también mi forma de ser es así: soy un poco escondido, introvertido, solitario y mis objetos siempre son uno. Traté de preservar sus historias individuales: que este carrito tenía una cosa, que este avión tenía otra. Siempre estaba mi relación con un objeto nada más y hasta ahora es lo que sigo haciendo pero de manera consciente.

Efímero y transitorio

Los periódicos son de notas pasadas. A veces son meses, a veces son días o años, notas que ya sucedieron, que en un momento se leyeron, fueron trascendentales, pero en mi proceso ya no importa esa nota, lo que importa es esa nueva piel que tiene ese objeto en tránsito, que hoy está así, pero mañana va a estar envuelto de otra forma o ya no va a estar. Es un proceso para evitar el olvido, es como recordar el olvido, recordar que las cosas se pierden, que todo es efímero. Una botella es efímera, perteneció a un momento, se brindó con lo que tenía y lo que queda es un desecho. Los objetos son eso; que les demos la intención de objeto preciado es solo nuestra, pero el objeto no es nada, simplemente es un pedazo de plástico, un pedazo de vidrio que no ves y te imaginas que está ahí atrás.

Escultura efímera para una pintura eterna

Me vuelco en leer periódicos y el objeto me indica cuál es su nota. No tengo una cartera de notas ya preestablecida, sino que el objeto me dice “esta es mi nota” y con esa lo envuelvo. Nos dan una idea de qué es el objeto, o qué sentí con ese objeto. Siempre he tratado, y son coincidencias, de que el objeto llame a la nota, y tiene algo que ver, ya sea con el mismo objeto o con mi percepción de ese objeto y así le voy creando esa piel. Es un proceso largo en  el que voy envolviendo, arrugando, doblando; es un origami muy pensado. Voy comparando, imaginando. Pienso que quiero la luz de este lado, que rebote en esta arruga, y voy componiendo con las mismas notas, con sus colores, y hay otras que son más en blanco y negro. Es una escultura efímera, a veces la dejo que viva un poco más de tiempo con esa segunda piel, pero otras no, otras las destruyo en el mismo instante en que las termino de pintar.

La decisión de pintar

Pintar es un proceso que disfruto porque podría envolver la pieza y presentarla, o ni siquiera envolver la pieza sino presentar el puro periódico, pero disfruto la sensación de embarrar la pintura sobre la tela. Hay mucha gente que me dice: “en vez de pintar, ¿por qué no haces una impresión y pegas tus textos?” Digo: ¿cómo voy a pegar textos si a mí me gusta pintar, no pegar? Pintar produce tanto placer que no dejaría de oler la pintura cuando la estoy mezclando, plasmando, o los detalles que tengo que hacer, las horas que tengo que estar parado. Lo que estoy haciendo frente a la pieza son todas mis vivencias, mi experiencia, mis anhelos, mis recuerdos de infancia, y si yo pusiera el puro periódico no lo lograría.

El elemento Agua en El Mural del Milenio

Soy muy Agua. La neta, me considero una persona de Agua, para mí cayó como anillo al dedo este elemento que me encanta. Buscando en mis objetos preciados, en mis objetos cotidianos, encontré esta jarra de peltre que me heredó la abuelita de Édgar, es una jarra muy antigua, que realmente contuvo Agua cuando se podía utilizar y es eso lo que plasmé. Ese contenedor en el que nada más tenemos ese elemento; solo esa cantidad de Agua tenemos en el mundo, no hay más. Está envuelta en una nota que da un contraste del México que estamos viviendo. Cuando estaba pintando, la jarra estaba llena de Agua, pero pasa lo mismo que con mis otras pinturas: no ves el objeto. Aunque éste tiene más fondo, es en sí la jarra y la jarra contiene otra cosa que es el elemento importante de esta pieza y, sin embargo, no lo ves.

Periódico intervenido / Acrílico y óleo sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015

sábado, 20 de junio de 2015

Luis Filcer

Flamenco / Acrílico sobre tela / 172.5 x 132 cm / 2015

FUEGO

La pasión, el temperamento, la entrega, son el Fuego para Luis Filcer. Se deja llevar por el ritmo del baile flamenco, por su coreografía violenta e impetuosa, cargada de furia hasta cuando es lenta. Pinta a una bailarina que en el cuerpo tiene la forma de las llamas, una curva constante que emana color, rodeada de rojos, amarillos, en una bóveda en la que resuena las palmas y los taconeos. Filcer observa a los bailaores con una libreta de apuntes en la mano, los dibuja frenético, persiguiendo con su trazo los pasos, las manos, el cante. Un elemento natural se convierte en una referencia emocional y estética. Comparte su Fuego, y él mismo confiesa que necesita sentir esa fuerza para inspirarse, que son esas llamas las que lo incitan a pintar.



LUIS FILCER

Asiste a los casinos, teatros, consultorios, todos esos sitios en los que los seres humanos nos abstraemos y que le dan espacio mental para dibujarnos. Nació en 1927 en Ucrania y emigró a México a los seis años. En un viaje iniciático muy joven se fue a Europa a ver en vivo a los artistas que lo empujaron a pintar. Creó un lenguaje y un estilo tempestuoso que refleja a la naturaleza humana.









La iniciación

Cuando tenía 17 años leí por primera vez a Irving Stone, Anhelo de vivir, que es la vida de Van Gogh, y de la que se hizo una película fantástica. El libro me cambió la vida por completo porque empecé a pintar a través de ese libro. Me emocionó tanto la vida de Van Gogh, cómo explica por carta todo lo que veía, todo el sufrimiento que vivió para llegar a ser pintor desde muy joven, y eso me cambió la vida y empecé a pintar junto con él.

La vida, tema del arte

La temática de Van Gogh me inspiró mucho porque también empecé a vender suéteres en La Lagunilla con mi papá. Ahí veía la miseria, eso me impresionó mucho y es lo que empecé a pintar. Busqué pintar a los obreros, a los campesinos, todo lo que veía en La Lagunilla, y fue cuando inicié mis estudios en la Academia de San Carlos, a los 17 años, porque quería aprender. Estuve un año en la Academia y después asistí de noche durante tres años a clases con el pintor español José Bardasano Baos; ese fue realmente mi inicio como pintor.

Humano, arte humano

Me han influido muchos artistas, sobre todo Goya, Edvard Munch también; me han influido por su visión humana. La visión humana es lo que más me ha interesado, todas las acepciones que se pueden decir del ser humano, todos sus contubernios, categorías, los cambios sociales, las religiones. Me ha interesado tratar de interpretar todo lo que es el ser humano. La interpretación de todo lo que he vivido es lo que ha vivido también Goya; por ejemplo, en su tiempo pintaba todo lo que veía y todo lo que suponía una maravillosa experiencia en su mente; es decir, todo lo que el ser humano ha sido, era importante para él.

La soledad humana

Pinto actividades humanas que he visto. He viajado mucho en metro; no había hecho dibujos ahí porque se molesta la gente cuando uno la está dibujando, pero he encontrado algo común en todo esto que es mucha soledad. Sobre todo en el metro, porque la gente no habla en ninguna parte. En todos los metros en los que he viajado, la gente no habla. Hay una distancia porque nadie quiere que se metan en su vida, así es que no hay compañerismo, están las caras paradas, unas caras contra otras, nariz con nariz casi, y no se hablan, cada quien está en su mundo, hay soledad, y todo eso trato de interpretarlo en lo que pinto.

Esperando a Dios

No ha llegado, Dios no ha llegado casi nunca, todos esperan a que llegue. Es la espera de la esperanza, es la esperanza de que pueda llegar alguien superior o algo superior en bienestar de la gente. La religión es eso, una espera; y la espera también está en todo, con los doctores, en la espera del metro, en la espera de la muerte. La muerte está esperando.

El Fuego del baile flamenco en El Mural del Milenio

El flamenco es el baile más fantástico que he visto, es realmente pura pasión, es una pasión tremenda, muy concentrada. Lo he visto mucho en España, he hecho apuntes y ahí me llena eso, porque siento que tengo el Fuego de la pasión. Si no tengo nada qué hacer con Fuego, no me resulta; es decir, es mi temperamento al cual dedico toda mi obra. Las cosas calmadas no me producen ninguna emoción, puedo ver un paisaje maravilloso y tranquilo pero no me llena el alma. A mí me gusta una cosa tormentosa, fuerte, algo que me mueva igual que el baile flamenco. Todo lo que me emociona es con Fuego y las diferencias que hay, los contrastes son lo que me ataca. Si voy a una fiesta, por ejemplo, donde todos bailan y hay un revoltijo de gente, son los contrastes lo que veo, y es lo que trato de hacer, los contrastes son indispensables para mí y para mi forma de pensar.

Periódico intervenido / Carbón y acrílico sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015

sábado, 13 de junio de 2015

Edmundo Ocejo

Aire / Encáustica y óleo sobre madera entelada / 170 x 120 cm / 2015

AIRE

La paz de una escena casi abstracta, un fondo geométrico, las tonalidades azules aplicadas en decenas de capas de encáustica le aportan profundidad, crean un espacio irreal para un árbol que con su presencia rompe la constante geométrica. Edmundo Ocejo pinta al elemento Aire como esa ráfaga leve y reparadora que respiramos, que pasa en silencio entre las ramas del árbol. El espacio permite la presencia del Aire, se abre a su inasible serenidad. Este paisaje nos invita a estar, nos da un lugar interior como la inhalación que lleva Aire dentro de nuestro ser y nos da vida, nos deja continuar. La pureza de la composición nos inspira a mantener la pureza del Aire, a cuidar su integridad, a dimensionar que somos Aire.




EDMUNDO OCEJO

Estudió diseño gráfico por la presión social de un trabajo estable o normal; a pesar de que profesionalmente le funcionaba bien, se sentía insatisfecho, hasta que dejó de oponerse a su vocación y se dedicó a pintar. La pintura se convirtió en un reencuentro consigo mismo.











Llevar la pintura dentro

Desde joven he estado pintando y escribiendo un poco; me gustaba manifestarme de alguna forma en la escritura o a través de la pintura para entrar en una narrativa personal, que fuera muy íntima y no necesariamente lo que me daba el diseño gráfico, que es más comercial o con otros objetivos. Dije “Yo necesito ir adentro”, siempre volvía a esa necesidad de ir adentro y poder expresarla de alguna forma. Ya era una necesidad de vida y ni siquiera me podía plantear por qué esa insistencia era tan recurrente en mí. Escribir y las lecturas que estoy continuamente buscando. Creo que la poesía es fundamental en mi vida; en la poesía encuentro esos remansos tanto internos como externos.

Trabajo y paz

En esa factura es como voy haciendo mi trabajo y ese desarrollo técnico me enriquece mucho. Al ir trabajando la pintura, no dejar la pintura en un primer plano sino hacer todos esos planos que van quedando atrás, aunque muchas veces no aparezcan, se va enriqueciendo el trabajo posterior, le dan otra presencia, lo dan incluso los mismos colores, que van cambiando y se van adhiriendo unos con otros. Con todos estos enriquecimientos, hay ciertas zonas que no quieres tocar pero tienes que sacrificarlas porque no puedes dejar la pieza con las partes que te gustaron, porque si no sería como un rompecabezas. Tiene que haber unidad estética y unidad de pensamiento. Busco muchísimo que mis piezas entren en ese estado de tranquilidad, sobre todo en un mundo tan tenso y aprehensivo como en el que vivimos hoy en día.

El remanso del arte

Para mí la pintura siempre ha sido una cuestión de generar una propuesta fresca. Podría proponer también ciertas inquietudes en cuadros que fueran más agresivos pero ya hay demasiada agresividad cotidiana como para seguir empujándole por ahí. Me lleva mucho más para mi forma de ser, mi pensamiento, mi corazón, el buscar esos remansos de tranquilidad porque, finalmente, lo importante es que la obra se conecte con un ser humano que trate de percibir lo que estoy queriendo decir, y en esa conexión es donde el resultado sería un muy buen logro.

Ensuciar el Aire y la vida

Hemos descuidado el planeta y el Aire, incluso se pueden percibir olores que no son intrínsecos del Aire pero que los transporta, y así como la misma contaminación hay una serie de factores con los cuales vamos destruyendo al planeta. Entonces, la intención de la pieza, que sería fabuloso pero no creo que llegue a tal extremo, la propuesta es hacernos conscientes de que tenemos un solo planeta, y que si no lo cuidamos a las generaciones futuras les va a llegar en muy mal estado. Me haría muy feliz que la gente genere esa conciencia ya no por mi trabajo o por mi obra, sino por una conciencia colectiva y que veamos cómo a través del tiempo el ser humano es necio y no aprende, no aprende de los errores que va cometiendo, y llegará un momento en el que nos podamos llevar una mala experiencia.

El Aire en El Mural del Milenio

La percepción que tuve al tener el tema del Aire sobre los cuatro elementos o el quinto, que sería el Éter, es que el Aire no lo podemos ver, lo sentimos de alguna forma, y dije: uno va transitando por diversos lugares y el Aire se nos puede presentar de muy diversas formas pero siempre está presente en nuestra vida. A pesar de que exista una quietud enorme, el Aire está ahí. Es lo que nos da vida. Entonces, lo que hice es tratar de materializar ese espíritu del Aire en el cuadro a través de una propuesta también muy natural, hablando del árbol y las cuestiones abstractas porque, finalmente, este Aire que nos envuelve es una abstracción.

Periódico intervenido / Acrílico y carbón sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015

sábado, 6 de junio de 2015

Inda Sáenz

Naturaleza muerta con mural teotihuacano / Temple y óleo sobre tela / 172.5 x 127 cm / 2015

TIERRA

La Tierra nos pide ofrendas y rituales, y nos recompensa con sus frutos, es símbolo de fertilidad, generosidad y hogar. Inda Saenz pinta una naturaleza muerta con los frutos de nuestra Tierra, maíz, chiles, rábanos, tomates, la abundancia del lugar que nos ha dado identidad. El mural rojo es la recreación de una obra teotihuacana que ya no existe en nuestro país, la pérdida cultural que nos recuerda que estamos acabando con nuestra esencia, así como explotamos y contaminamos la Tierra no respetamos a nuestra propia cultura. La ofrenda de Inda Sáenz regresa al sentido sacro de nuestros alimentos, nuestros rituales y manifestaciones.


INDA SÁENZ

Graduada en maestría en Psicología y en Artes Visuales en la UNAM, se interesa por el proceso cognitivo de la creación y el arte. Su compromiso con la pintura la ha llevado a ser combativa defensora de la integridad estética y ética de la Bienal de Pintura Rufino Tamayo, asegura que no se rendirá hasta que sea un certamen justo y transparente.











Profundizar en un tema

He desarrollado series de pinturas porque me interesan temas o aspectos de la pintura que creo que no se resuelven en uno o dos cuadros. Por ejemplo, desde la primera serie que hice sobre los Escenarios pictóricos para Jean Genet, mi interés estaba en el espacio escénico, en una pintura como la de Roberto Mata. Estos espacios que son muy complejos y que me resultaba en un principio muy difícil entender cómo los había construido, después de que los vi más fui descubriendo la luz. Me interesaba el dibujo como huella dentro del espacio, no algo figurativo, sino que sugiriera la huella del movimiento o la danza de los personajes en la ambivalencia del dibujo, la pintura, el espacio escénico. Esto lo trabajé unos ocho o nueve años en distintos formatos, hasta que sentí que se estaban agotando. Empecé a hacer algo completamente distinto, que era un espacio constructivista que resultó en la serie Construcciones animistas, más llevado al plano, más geométrico, con más color, y cuando vi que esta serie podía tener su propio desarrollo, abandoné los Escenarios y seguí con las Construcciones durante varios años.

Pintoras y retratos

Empecé por curiosidad la serie de retratos de pintoras, Maestras, discípulas y alegorías, por ver cómo habían pintado los cuadros; es una lección de pintura porque aprendes cómo se pintaba en los siglos XVII, XVIII y XIX. En algunos de esos cuadros hay un juego, por ejemplo: el cuadro que hice sobre Angelica Kauffmann es su autorretrato, le puse unas piezas grecorromanas, con la idea de que seguramente le hubieran gustado. A otros cuadros les quité elementos, a Clara Peeters con el Vanitas que tiene muchos objetos le quite algunos en ese juego, y también es un juego con el espectador, es una copia pero podrías ver el original y ver qué es diferente. Lo que pasa en la historia del arte es que a las mujeres las borran y es hasta el siglo XX que las historiadoras feministas del arte recuperan a Artemisia Gentileschi y recuperan las biografías de otras pintoras. En estos estudios feministas encontré algunas autoras, a Whitney Chadwick, a Linda Nochlin, y empecé a investigar los autorretratos de estas pintoras y me interesaron mucho. Simplemente por experimentar cómo se habían retratado, cómo se presentaban. Están diciendo soy pintora, o soy pintora y mujer.

El elemento Tierra y El Mural del Milenio

El cuadro es una Tierra mexicana, teotihuacana, recuperando los frutos de la Tierra. Los otros elementos son una reconstrucción. Lo que estoy haciendo es juntar un pasado artístico con el presente en un espacio virtual, imaginario y real, en donde están conjugadas varias cosas. El mural que recreo es un mural teotihuacano del que solamente hay un fragmento en México en el Museo Tamayo de Oaxaca. Los siete fragmentos que se conocen están en museos de Estados Unidos y uno en Europa. Me interesa reconstruir esa pintura mexicana del pasado y la escena es un sacerdote que parece que está cantando, haciendo un rito, tiene que ver con cuestiones calendáricas, de cambios de ciclos astronómicos, la cosecha, la siembra. Es un sacerdote sembrador y al mismo tiempo hay elementos de sacrificio, las pencas de maguey en los bultos. Estas telas son rituales de sacrificio donde la sangre es parte del ciclo cósmico de la siembra de la Tierra. En realidad, están los cinco elementos, no solamente la Tierra, el incensario teotihuacano es el Fuego, los elementos de abajo que están tomados de una vasija teotihuacana son acuáticos. Es conjuntar esta riqueza del pasado mexicano que está saqueado porque esos murales se fueron a otros países. Tengo una preocupación por la contaminación, los transgénicos, los alimentos alterados y creo que es importantísimo revalorar lo que produce la Tierra naturalmente, y reconocer que es un trabajo cultural el descubrimiento del maíz, la siembra: es lo que ha creado la cultura milenaria de nuestro país y es una invención mexicana.

Periódico intervenido / Óleo sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015