sábado, 31 de octubre de 2015

Rita Vega

El cultivo del aire / Óleo sobre tela / 171 x 121 x 5.8 cm / 2015
AIRE

La mujer del lienzo es el Aire, ella es su movimiento, su resistencia al dolor. Rita Vega pinta para su cuerpo, ha vivido una relación con él que la lleva a involucrarse en todos sus síntomas, procesos y acciones, sus propios sentidos están representados de forma aislada, en detalles como esa pulsera que lleva un ojo. El Aire es la libertad de vivir el cuerpo, la sensación de moverse en el espacio, la fugacidad del vuelo de la imaginación y de ese pequeño pájaro. Rita Vega hizo de su pintura un hogar, sus personajes son su familia, y para darles más veracidad los pinta con cuidado, les da vida. El Aire es el alma de sus personajes.



RITA VEGA

Las huellas que ha dejado la enfermedad en su cuerpo se subliman en su obra como símbolos. Tiene el pelo azul, es una Alicia que encuentra su mundo a través de la pintura. Estudió en la Escuela de Artes Plásticas de la UdG, casi por casualidad, ahí hizo realidad la fantasía de solo pintar.












La vida está en la pintura

De niña fui un poco aislada, no tenía tanto afecto y cosas. Empecé a crear mi mundo para no saber de la realidad y mi manera de evadirme de esto, de no existir aquí, como una especie de muerte aquí y mi vida en otra parte, era agarrar cualquier cosa que pudiera rayar y papel. Ahí empezaba a inventar gente con la cual hablar, inventar familia, amigos. Sin querer, me dirigí a la figura humana, no tanto por el hecho de que fuera una intención, sino porque así quería tener a alguien con quien hablar y sentía que entre más realista fuera más me podía hablar. Recuerdo que veía mis manos y decía: “qué manos tan torpes tengo que no pueden hacer a las personas”. Era un momento muy mágico porque se me olvidaba todo alrededor. Cuando dejaba de dibujar, regresaba a este mundo y otra vez era de “me quiero volver a ir”.

La prohibición detona a la creación

Cuando mis padres ven mis dibujos de niña, que tenían sangre y cosas así, se impactaron y pensaron que podían quitarme de eso prohibiéndome dibujar, pintar. Fue algo que me acabó porque era lo único que me ayudaba a controlarme en esta vida. Siempre fui obediente por miedo a la gente, pero que me prohibieran dibujar fue la única cosa que no pude obedecer. Entonces fui fijándome en las cosas y me las aprendía de memoria, llegaba a mi casa y dibujaba lo más rápido posible para que no me vieran. Fue un entrenamiento de memoria, imagen y diversidad que hasta ahorita me ha ayudado muchísimo.

La realidad en símbolos

Una parte de la obra que he realizado más formalmente son en su mayoría personajes femeninos porque son representación mía. Sigo con eso de que todo lo que voy viviendo lo pongo en mi obra y son los elementos más simbólicos. Todo significa algo. La gente que me conoce o que en cierto momento estuvo conmigo sabe a qué me refiero, sabe el dolor, la felicidad o aquello que aprendí viendo aquella obra. Es muy especial que mucha gente me diga: “oye, yo quiero esa obra porque cuando la vi me recordó que viví esto y esto”, y son situaciones bastante similares a las que viví. Eso se me hizo muy interesante y me di cuenta que todos vivimos lo mismo, independientemente de que tengamos diferentes culturas. A mí me pasó de niña con Martha Pacheco porque yo no quería vivir. Un día vi una obra suya de una mujer con el cabello hacia delante, la lluvia, todo muy triste, y el pensamiento que se me vino en ese momento fue: “hay más gente que sufre, no eres la única, sigue”.

El elemento Aire en El mural del Milenio

Dicen que el alma viene de la Tierra, el personaje está hecho de Tierra, de la Tierra nacen los árboles, y aquí lleva un papel donde está dibujado un árbol. El árbol purifica el Aire, hay unos personajes que toman el Aire que va subiendo y hace la nube, así como la condensación del Agua y el Agua vuelve a la Tierra. Es el ciclo que el Aire permite que se haga. Antes todo era pura Agua, pero el Aire empezó a unir a todos los elementos y a generar más vida, más diversidad. El Aire es el comunicador de todo eso y quien los unió es el movimiento de este ciclo. Esta pequeña escena de los bailarines es porque vi una obra de danza que me impactó mucho, de la maestra Paloma Martínez. Se llama Espacios del Viento y me encantó cómo maneja el cuerpo que se pierde totalmente, cómo el movimiento interpreta el Aire y también hablo de eso, de cómo interpretamos y sentimos cada uno de los elementos que nos rodean. Otro lenguaje personal es que tengo problemas con mi vista y el Aire no tiene un cuerpo que se vea como el Agua o el Fuego o la Tierra. El Aire se siente. Así son mis ojos: están perdiendo su luz pero están empezando a sentir más. Es así como siento el Aire: puse unas pulseras con ojos que simbolizan que el personaje siente lo que hace.

Periódico intervenido / Lápiz de color y óleo sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015

sábado, 24 de octubre de 2015

Enrique Oroz

Territorio Coatlicue / Óleo sobre tela / 170 x 120 cm / 2015

TIERRA

La Tierra y Coatlicue, un paisaje rodeado de cráneos y una línea de Octavio Paz: crear, devora. Enrique Oroz regresa a la Tierra milenaria, que traga para dar más vida, que no detiene ese apetito porque su voracidad permite nuestra existencia. Es el misterio de la creación que extingue y da, que destruye y renace. La Tierra de Oroz es insaciable, durante siglos recibió sacrificios humanos, es diosa que debemos alimentar para que nos alimente. El arte tiene esa similitud con la Tierra, el artista le tiene que ofrecer su vida y su cuerpo para que dé frutos. La obra de Oroz nace de los contrastes, un paisaje evocador con un marco terrible, esa extensión tiene esas osamentas en sus entrañas.




ENRIQUE OROZ

Se viste de negro, tiene estilo de rock star, su pintura rebelde es un juego para adultos que planea el niño indomable que dibujaba a sus amigos y a los cómics que leía. Escucha a Tom Waits mientras pinta sus contradictorias relaciones, que hacen a su pintura irrepetible.












Lejos de las imposiciones

Estuve un tiempo en el Instituto Cultural Cabañas, pero luego me di cuenta que lo que yo quería era incompatible con la Academia. En ese entonces dibujaba las anatomías de tamaño natural en los muros o en papel craft, en lugar del caballete. Eso fue lo que me atrajo de la escuela, pero cuando los maestros empezaron a establecer sus lineamientos me pareció que me sofocaba. Me fui a Los Ángeles a vivir, a ver museos, ver en vivo los cuadros de los maestros abstractos y figurativos norteamericanos que siempre me han gustado, a leer y a experimentar el fenómeno de la música, que siempre me ha gustado.

Pintar desde la rebeldía

Es mi carácter, digamos que incorporar elementos que significan la esencia de la sociedad. La imagen correcta de las cosas era algo que me molestaba, y por eso me salí de la Academia. La idea que tenía de elaborar cuadros no coincidía con la estrechez de la Academia, que no me permitía hacer estas cosas. Lo pude hacer cuando me liberé. Para mí, el logro personal que me ha ofrecido el hecho de ser pintor es esta idea de liberarme de cánones. No es que yo diseñe los cuadros, no es que diga “quiero hacer esto”. Lo que hago responde a una especie de ente, de necesidad interior de este niño que siempre trata de presentarse en mis cuadros. Ya no es un niño, es un adulto, pero hay ese proceso de ver la iconografía que viene de todos lados. Recuerdo que de niño veía los cómics y sentía que me hablaban, que no decían lo que decían. Los cuadros, cuando tuve oportunidad de verlos, me decían cosas que tenía que traducir de cierta forma. No me interesa seducir a un grupo social específico; es un deseo personal, es una necesidad mía de querer que las cosas sean así.

Iconografía subversiva

Es una experiencia visual, estoy rodeado de imágenes que archivo inconscientemente. No soy de que apunte o de que vaya organizando imágenes y luego las archive. Puedo salir a la calle y ver un anuncio publicitario o un diseño gráfico y al mismo tiempo estoy pensando en lo ridículo que se veía esa persona que vi en la esquina. Estas dos cosas se mezclan. En mis cuadros puede haber una referencia a un gusto musical y por otro lado un personaje político. Abordar las imágenes es un acto consciente de manejar lo inconsciente. En donde se bifurcan, en donde se mezclan estas imágenes es en los cuadros que transformo, pero que no necesariamente salen a la primera. Hay que corregir, hay que borrar y ese proceso de estructuración del cuadro me gusta muchísimo. Es lo que muestra algo totalmente fuera del lenguaje, que describe algo que con palabras no se puede decir.

El elemento Tierra en El mural del Milenio

Reuní por un lado una frase de Octavio Paz que dice “Crear, devora”. Es el México en que vivimos. En todas partes del mundo, basta con encender la tele o leer el periódico para ver lo que está pasando en Ucrania o en el Medio Oriente, y México no se queda atrás. Esta idea de que la Tierra surge de los huesos es una imagen que me vino casi automáticamente. No soy un diseñador que me la pase viendo cómo voy a organizar los elementos, sino que es una imagen que se generó en mi mente y que tiene que ver con lo que vivimos. La pintura es un producto de vivir, de experimentar la vida pero no nada más es eso; también es un producto de mi mente que se nutre de la realidad. La Coatlicue es la Madre Tierra a la que hace referencia Paz. Devora para crear, y me pareció que las cosas se han ordenado como un eclipse lunar donde todo se alinea de una cierta forma. Se alinea esto, es decir, por un lado la violencia que siempre ha existido, que no podemos decir que es exclusiva de estos tiempos, pero es inédito lo que está pasando ahora en México. La Tierra es ese ciclo de que necesariamente para nacer, hay que morir.

Periódico intervenido / Óleo sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 xm / 2015

sábado, 17 de octubre de 2015

Herlinda Sánchez Laurel

El Agua / Acrílico y óleo sobre tela / 172 x 121.5 cm / 2015


AGUA

Hielo, oleaje, lluvia, nube, en un puerto un faro dirige su luz iluminando al elemento Agua que Herlinda Sánchez-Laurel pinta en diferentes estados. El Agua es punto de partida para experimentar con el color y crear un estado de ánimo alrededor del elemento, como algo que trasmite gozo, armonía, movimiento. En esta obra hay nostalgia, es lúdica, recrea no desde la memoria, existe desde la sensación que el Agua provoca. Los peces vuelan, el sol es tricolor, la lluvia cae sin oscurecer, el Agua se desfruta, cambia el clima de nuestras emociones. Herlinda Sánchez-Laurel nació en un puerto que trae a esta obra, recuerda su paraíso.




HERLINDA SÁNCHEZ LAUREL

Se retira con nostalgia de su trayectoria de más de 40 años formando jóvenes en la disciplina de la pintura. Maestra respetada y querida en la antigua ENAP y con un taller extra escolar, decide darle a su propia pintura el tiempo que merece.












La fábrica de artistas

Es un concepto equivocado pensar que los maestros te van a hacer artista al entrar a la escuela. La verdad es que los maestros proporcionamos información, tanto de la investigación que hacemos como de nuestra propia experiencia como pintores. Los jóvenes crecen de acuerdo con su talento. De acuerdo con su sensibilidad, disciplina y entrega es que logran convertirse en pintores pero aquel que no se entrega, que no tiene disciplina, sale fallido. En una escuela como la ENAP creo que se cuentan con las manos los alumnos que realmente salen a practicar la pintura, a ser pintores y a luchar por obtener un lugar dentro del medio. Es muy difícil, requiere vencer mucha angustia. Estamos llenos de propaganda, de que si eres muy buen pintor te dan la beca, vas a salir en la tele, en los periódicos, te van a dar las residencias. Hay mucha presión cuando en realidad la educación en el arte debe de ser una disciplina de producción donde vayas resolviendo problemas para aprender a ser pintor de verdad, y si tienes un maestro que más o menos te encause a expresar tu ser interior, es cuando se empieza a ver el talento.

Amar la docencia

La docencia ha sido muy importante y la he amando tanto como a la pintura. Para mí, la docencia ha sido un acto profundamente creativo y espiritual. En esa medida sí la extraño. Ahora que me estoy retirando no fui capaz de despedirme de mis alumnos porque no pude: amo demasiado mi carrera como maestra. Tengo que agradecerle a la ENAP que me dio esa oportunidad de ser maestra y ser reconocida dentro de la escuela. Para mí ha sido tan importante como ser pintora. Cada alumno, cada muchacho te ofrece un mundo distinto de posibilidades y de necesidades, y hay que conducirlo hacia sí mismo, no hacia mí sino hacia él mismo, para que vaya surgiendo. Hay bastantes muchachos que lo lograron, y muchachas, porque ahorita hay muchas pintoras y en mi taller especialmente había más mujeres que hombres, porque la escuela por tradición ha sido un tanto machista.

Aparentar en lugar de ser

Las instituciones de educación se publicitan como los grandes hacedores y los propios muchachos se adulan a sí mismos y se creen más de lo que verdaderamente son. Eso impide que haya un desarrollo natural y efectivo. Esto se crea en el ambiente escolar, en ese ambiente a veces un tanto bohemio, un tanto snob, de mucha pose. Eso determina que haya mucha falsedad en los resultados.

El elemento Agua en El mural del Milenio

Primero me sentí un poquito presionada por el tema porque yo trabajo con mucha libertad; el tema va surgiendo en el proceso. No fue difícil tocar el tema, lo difícil fue interpretarlo así como que a secas y no enmarcarlo dentro de un paisaje como el mío. Finalmente, tuve que hacer un análisis de qué era el Agua, qué significaba a nivel simbólico, qué significa la pureza, por qué los católicos la utilizan para bautizar, etcétera. Me quedé con el concepto de vida, el Agua es la vida. La vemos cuando surge del mar, de los océanos. En esta pintura el Agua se eleva en sus distintos estados, en la nube, en forma de vapor, lluvia, en hielo, líquido. Pongo en el paisaje un faro que es muy fálico. Un Sol que es de Agua pero que es un óvulo. Andan espermatozoides volando en el paisaje. Es la fecundación, es el Agua, es estar dando vueltas y estar creando la vida, es la exaltación total, es sensual y erótico. En mis cuadros aparece mucho el Agua. Me siento muy familiarizada con el Agua porque nací en un puerto y sigo en la nostalgia; es pensar en mis raíces, en un puerto lindo en tiempo de otoño, con neblinas muy bellas porque aparecen y desaparecen las formas. Un mar increíble que es el Pacífico: bravo, hermoso, inmenso.


Periódico intervenido / Acrílico sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015


sábado, 10 de octubre de 2015

Filemón Santiago

Fuego / Óleo sobre lino / 170 x 120 cm / 2015


FUEGO

La leyenda Dzahuindanda, el guerrero que lanza flechas al Sol, herido el cielo rojo del ocaso sangra, ha sido vencido por el héroe. Filemón Santiago tiene el Fuego en ese Sol, en la paleta de la pintura, en la composición bizantina amalgama a la mitología oaxaqueña, el guerrero, el Caballero Águila y el coyote, sobre un demonio que lleva tatuada la firma del pintor. La pintura es sacrificio y consagración, los mitos se reúnen ante la prueba del guerrero, la Tierra seca por el calor solar se abre en grietas, ese guerrero la deja descansar, refrescarse y obliga al Sol a ocultarse. El Fuego es del héroe, del que ha ganado la batalla.




FILEMÓN SANTIAGO

Evoca los mitos, la gente y la cotidianeidad de Oaxaca, nació en San José Sosola, Etla, en 1958. Tiene un lenguaje contundente que marca una diferencia en la asimilada estética oaxaqueña, consecuencia de su decisión de aportar en lugar de continuar en un camino fácil.













El oficio y el arte

Hay una diferencia tal vez mínima, pero la hay. El oficio es el hacer, el saber utilizar el material. El artista es la otra parte. Para que un artista sea completo tiene que saber crear y saber usar sus materiales. El proceso de usar el material es la parte que lleva tiempo. El hacer, por así decirlo, y la creatividad van surgiendo a medida de que vas avanzando. Es un plano ligeramente tenue pero ahí está.

La humildad de aprender

No hay un libro en específico que pueda darte una explicación clara y corta, pero sí hay toda una vida para aprender. En mi caso personal, el lenguaje es una cosa innata, es algo que traigo conmigo, lo vas desenvolviendo a medida que vas creciendo y madurando en esta vida. Por ejemplo, yo tenía un lenguaje corto de hace muchos años pero de un tiempo para acá he aprendido otras palabras y entonces mi vocabulario se amplió. El arte es lo mismo; al hacer arte vas madurando, vas adquiriendo experiencia, vas plasmando tu lenguaje con más claridad. Detrás de esto debe haber una gran humildad. Si acoges tu oficio con una gran humildad, el resultado es bueno, porque es como decir que crees en Dios y Dios es eterno, es inalcanzable y yo lo tomo como tal. El arte es un dios. Debo tener mucha humildad, nunca puedo presumir que sé porque en este terreno no se sabe nunca nada, más bien se aprende con constancia. El artista debe ser sincero con su lenguaje y a medida que eres sincero creo que ahí está plasmándose tu honestidad.

La Mixteca en la mirada

El origen es importante, jamás he olvidado que vengo de un lugar rural. Desde muy joven, los abuelos te cuentan historias y después tienes la curiosidad de saber. Dicen que soy de la Mixteca, un lugar geográficamente no grande pero no puedes caminarla en un solo día. En ese lugar geográfico ves personajes, situaciones, ciudades y creo que de eso se ha alimentado mucho la imaginación mía. Me gusta recordar los dichos, me gusta recordar lo que me contaban mis abuelos, mis padres, y no es que lo use de manera constante, pero a medida que va pasando el tiempo la vida se hace nostálgica. Uno entiende que empieza un atardecer que entinta de naranja los cerros y sientes nostalgia, quieres recordar profundidades, irte a lugares inconmensurables que no has pisado. También es mi carácter, siempre he sido así.

El elemento Fuego en El mural del Milenio

Soy amante del arte bizantino, y en este caso el Fuego me gusta mucho porque el rey, el príncipe, ya no sé qué fue. El mixteco Dzahuindanda es el flechador del Sol y el Sol es una bola de Fuego. La historia de Dzahuindanda es muy hermosa. Es un joven que parte de Apoala. Cuando este lugar se hizo muy chiquito para toda la gente que lo habitaba, tuvieron que buscar tierras. Entonces él decide que iba en busca de esas tierras. La historia dice que camina y camina, y lo único que siente en el cuerpo no es el dardo de otro enemigo, sino el golpear del Sol en su pellejo, y se da cuenta de que el único dios a quien tendría que vencer es al Sol. En un día de esos soleados y quemantes, agarra su flecha y comienza a dispararle al Sol, y efectivamente lo vence. En el atardecer, el Sol se tiñe de rojo en el cenit, y él está convencido de que gana la batalla y dice: “el Sol se está desangrando, seguramente se va a morir, se va a ocultar allá y se acabó. Legalmente, soy el dueño de estas tierras”. Y venció al Sol, así dice la mitología.

El Fuego en el color

Hice en esta pintura un lugar quemado, esos oscuros son lugares quemados. Lo único que hay son las piedras, o sea todo lo quemado, todo lo que pueda ser quemable se quemó y ahí está oscuro. Las piedras rojizas son las únicas en las que puedes ver el color. Sobre estas piedras está este señor que es Fuego en su totalidad, este señor que supuestamente representa al Sol, ya moribundo, y el guerrero jaguar-águila es una especie de combinación que es el mixteco, ese personaje que vence al Sol.

Periódico intervenido / Tintas japonesas sobre papel (Diario Extra) / 41 x 28 cm / 2015

sábado, 3 de octubre de 2015

José Parra

Los caprichos de la baronesa / Óleo sobre tela / 171.5 x 131.5 cm / 2015

AIRE

Indolencia, evasión, placer, ella flota inconsciente de la realidad, ajena a lo que deja en la superficie. El elemento Aire de José Parra está en una fantasía pintada con realismo y detalle. El globo que lleva esa bañera de burbujas está vaciándose, ya casi no tiene Aire, ella se precipitará contra la realidad en cualquier momento. No le importa, goza del placer efímero de negar a la verdad. Las obras de Parra son eclécticas, cargadas de detalles que envían mensajes que tenemos que descifrar, leyendas con elementos de distintas épocas, todas tienen una constante: la imaginación hedonista al servicio de la pintura.



JOSÉ PARRA

Se viste con ropa estilo Luis XIV porque la moda actual le aburre. Sus obras son una reunión barroca de elementos renacentistas y tecnológicos, pinta con detalle y disciplina. Se confiesa seguidor de la filosofía de Epicuro y, como él, cree que solo vale la pena morir por un amigo.












Placer narrativo

Estoy basado en la estética del Renacimiento hasta el rococó, con mucha influencia del barroco novohispano. Mi familia se dedicó por mucho tiempo a las réplicas del barroco novohispano, todavía lo sigue haciendo y eso fue mucha influencia para mí. Finalmente, uno debe de ser congruente con su propia historia. Me di cuenta de que en la pintura podía mezclar esa influencia con la capacidad que tenía mi abuela cuando éramos niños y nos cautivaba con los cuentos de Andersen.

Regresar al placer de hacer

El arte es hedonismo, causa placer, conecta con una parte sumamente humana. Nosotros, mientras no hacíamos arte, solo sobrevivíamos. El arte es lo que hace la diferencia, es la capacidad que tenemos de transformar y crear cosas. Es importante lo que pasa en este siglo XXI: estamos haciendo arte para recuperar aquello que habíamos dejado de crear en el siglo XX. Recuperamos el arte como esa parte de la factura, eso que se hace con las manos, con los ojos, con la mente; habrá cosas muy buenas. El arte conceptual tal vez sea una manera de filosofía pero ¿en dónde está el objeto elaborado? Tenemos la capacidad de elaborar, de observar, de discernir y de poder apreciar el trabajo de otro ser humano.

Artista hedonista

Ahí es donde se cierra el círculo; por supuesto que soy hedonista. Pero hay que entender qué es el hedonismo en el sentido puro. Muchas veces se confunde con una conducta egoísta, incluso superficial, ociosa. El hedonismo real es la búsqueda de los placeres puros, es una manera de poder conservar esas sensaciones de placer a largo plazo. Esto es, si tienes un placer a corto plazo que te va a ocasionar graves problemas a un mediano y largo plazo, eso no es placer puro. El verdadero placer es aquel que te da un boleto para sentir en ese momento y para ir cultivando esos placeres; es la capacidad de absorber y de que vaya creciendo la capacidad de apreciación. Eso ocurre en el arte.

Arte sin tiempo

En el arte hay una cuestión de fe, tiene que ver con un gusto muy personal. A mí me cautiva pintar lo que quiero ver. Lo que quiero ver es una pieza que use la realidad como una mera referencia, que el arte sea poético y te lleve a otros lados. Por más elementos que una pintura tenga fuera de esta realidad, también va a tener elementos del tiempo y las circunstancias del autor. En mi obra van a encontrar un universo paralelo, y muchas cosas que ocurren acá, de este lado del tiempo. No me gusta escupir la realidad tal cual, quiero que pase por una afinación. A partir de ahí se puede dar una lectura contemporánea a una pieza. Eso es lo que ocurre con una obra plástica.

El elemento Aire en El mural del Milenio

El objetivo de esta pieza es que tenga múltiples lecturas. El primer golpe de vista es esta mujer bañándose, flotando en el aire, en un globo aerostático. Tenemos una bañera blanca en el aire y hay una gaviota que se posó sobre ella pensando que es suya. La mujer, que es el elemento central, está sonriendo; sin embargo, no está aislada. Hay cosas ocurriendo a su alrededor que nos hablan de otra historia, que nos hablan de la siguiente capa de la cebolla. Ella evade la realidad, está pasando por una ciudad en ruinas y pasando por encima de sus problemas. Hay un poco de neblina a lo lejos y una manifestación en la avenida principal. Ella no se da cuenta mientras está metida en su burbuja, a lo mejor vienen por ella. Está lleno de color rojo y azul, y de símbolos de la Revolución Francesa como el trinche. Ella está metida en su burbuja y mientras está tomando su champagne, no se da cuenta de que los marcadores del globo están a sus niveles mínimos, lo que quiere decir que el globo está bajando y ella ignora que está a punto de caer. Hay muchos paralelismos entre lo que ocurre en nuestro país y en el siglo XVIII, el de la Revolución Francesa.

Periódico intervenido / Óleo sobre papel (Diario Extra) 41 x 28 cm / 2015